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Sobre el miedo escénico

En diferentes talleres y con diferentes clientes el tema del miedo escénico surge con cierta frecuencia, no es nada nuevo. Es un tema que, además, conozco personalmente, dada mi actividad cómo cantante. Es algo que está presente cuando estás a punto de salir a actuar, algo que te come la energía y que produce la sensación de que nada puede ser peor que pisar el escenario en ese momento. Es la pesadilla de muchos artistas y speaker, es un momento crucial.

La pregunta más recurrente: “¿Es algo que podemos cambiar?” Pues, sí, se puede.

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Según mi opinión y experiencia, el miedo escénico proviene no sólo del miedo a la evaluación de los demás, sino también de la evaluación que cada uno hace de sí mismo. Casi cada persona tiene un nivel de autoestima muy alto, y el hecho de poder “fallar” puede significar comprobar ante uno mismo que no se es bueno, que no se es capaz. Racionalmente estamos de acuerdo en que no necesitamos probarnos a nosotros mismos. No obstante, las emociones hablan otro idioma.

El hecho de ejercitarnos (presentar y actuar delante de un público muchas veces) nos puede ayudar a rebajar el nivel de miedo. Pero no es bastante. Con clientes y los participantes en mis talleres trabajo con diferentes técnicas, que necesitan tiempo para funcionar y tienen que ser desarrolladas personalmente. Cada uno tiene que elegir la técnica más adecuada en función de sus experiencias. Del mismo modo, también se puede desarrollar una combinación de diferentes herramientas para encontrar el mejor resultado.

Afirmaciones
Una técnica que llega de los EEUU: decir a voz alta frases sobre ti mismo en la situación de miedo, y repetirlas. Las frases tienen que ser activas y en positivo, como, por ejemplo: “Me gusta cantar delante del público”, o “Mi próximas presentaciones serán muy dinámicas, activas, etc.”Se elige una frase por semana o por mes, que tiene que ser ligada a la realidad.

Búscate el miedo
Una técnica que llega de la terapia de comportamiento. Poco a poco, acercarse a la situación que nos produce miedo. En este caso, hablar en público, presentar más a menudo, dar más actuaciones. En un entorno laboral, quizás, es algo más sencillo. Se pueden buscar pequeñas situaciones como, por ejemplo, presentar un presupuesto al equipo, presentar resultados de un proyecto a su jefe, etc. Y en la vida privada, tampoco es difícil buscar situaciones en las que practicar: exponer delante de una amiga la presentación para el jefe, contar un chiste el sábado con amigos, presentar una idea en la reunión de los padres de la guardería de los niños… todo ayuda. Lo más importante es reflexionar después de una situación; entender el miedo, las preocupaciones y tratarlas. Entender el por qué del miedo es importante y nos ayuda a crecer en las relaciones con nosotros mismos y con los demás.

Aceptación
Ésta fue la primera técnica que usé (y todavía uso). Aceptar el miedo como parte de la actuación, imaginárselo y ser consciente de que está allí, que se le puede hablar y echar. Cuando empiezo a hablar o a cantar, veo temblar mi mano con el micrófono. Soy consciente de que estará así unos minutos. No lo puedo parar. Es así. Punto. Controlo la voz, controlo los pies para tener una posición segura, me concentro en mi voz y en la respiración. Y cuando empiezo a pensar en otra cosa, el miedo ya se ha ido.

Ocupación
Lo peor para el miedo escénico es esperar. El tiempo de espera antes de una actuación nunca pasa, es largo, demasiado largo, una eternidad. Pero no lo es. Mantente ocupado, haz ejercicio de respiración o de voz que te pueden ayudar con la actuación. Si estás sentado y estás esperando a que te llamen, haz algo que te ocupe la mente: cuenta las personas con zapatos negros, camisas blancas, busca en cada persona un objeto que te gustaría tener. El tiempo pasará más rápido, según mi experiencia.

El miedo no es algo malo, te enseña que te estás tomando en serio lo que estás a punto de hacer. Es una manera de protegerte, puesto que te estás dando cuenta de que tu actuación necesita atención. El miedo, entonces, tiene que ser controlado, no eliminado.

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