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Dime quién son tus fuentes y te diré qué escribes

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Periodistas en un seminario del Parlamento europeo Foto: Ana Vallina

En la facultad de periodismo se enseña que existen fuentes de información oficiales y oficiosas. Las primeras no tienen por qué ser necesariamente los portavoces de administraciones, organizaciones y/o entidades.  Pero, en la mayoría de las redacciones se realiza esta equiparación, depositando en ellas, además, el mayor peso de las informaciones.

Así, se dejan fuera de ángulo a las que serían las fuentes directas de la historia detrás de la noticia: las que están en contacto directo con lo que está pasando, las que generan la información, las que experimentarán sus efectos o aquellas que manejan datos verificables, aunque prefieran mantenerse en el anonimato.

Hace años surgió una corriente que defiende el periodismo ciudadano frente a los viejos modelos de la prensa, precisamente, porque aporta una información directa, desde el lugar de los hechos, sin canalizar, sin intermediarios. Sus detractores afirman que esta alternativa es complementaria, pero no plenamente válida. Remarcan así que debe existir una distancia entre el profesional del periodismo y la noticia para mantener una, en mi opinión, sobrevalorada ‘objetividad’ periodística.

En mi experiencia personal en varios medios de comunicación he comprobado que el valor del testimonio personal se concibe, generalmente, como un ‘ingrediente’ más de las noticias, no se le eleva a la categoría de fuente si no se puede acompañar de un cargo, una posición, un epígrafe que justifique su voz como fuente ‘oficial’ de información.  Si no lo puedes citar, no es una fuente, parece traducirse de estos modelos de redacción. A no ser que sea una filtración. Pero eso ya es otra historia…

Si se observa la estructura de las informaciones en cualquier cabecera o teletipo de prensa mass media se comprobará que multitud de ellas reproducen un mismo patrón: la historia se construye desde unas fuentes oficiales que crean un marco. Si hay polémica se incluyen las visiones contrapuestas. La crónica, o el estilo de redacción del periodista, hace de pegamento entre la información facilitada por terceros para construir la historia.

El periodista no escucha, observa, asimila y narra. El periodista reúne información -a la que le confiere autenticidad por el carácter del emisor- y construye con ella un relato. El problema de esta metodología, que la crisis del periodismo, la era de la información y el copy/paste no hecho si no extender en la profesión, no sólo estriba en que se dejan fuera del relato puntos de vista que modularía el contexto y por tanto la interpretación del lector sobre la historia, si no que, muchas veces en este sistema, además de los datos o información, el periodista hace suyo el enfoque de los gabinetes de comunicación de las fuentes oficiales.

Es decir, si la tónica general de un anuncio codificado en nota de prensa es positiva ésta se contagia anestesiando el juicio crítico que podría despertarse en el periodista para cuestionarse la positividad de esa noticia. Si la fuente oficial dice que es bueno, ofrece argumentos, datos y un desarrollo lógico perfectamente escrito en una nota de prensa maquetada ¿por qué cuestionarlo? Esta afirmación es un mea culpa. Una consecuencia de la autocrítica. Una reflexión desde la barrera de quien hizo lo que aprendió porque así es cómo se hacía.

Sin embargo, la misma crisis que ha extendido unas praxis cuestionables en el periodismo ha sacudido el árbol y ha hecho reflexionar a muchas personas. También ha forzado la creación de nuevos medios que aspiran a nuevas maneras de hacer periodismo que, en realidad, no son si no las clásicas: buscar las fuentes directas, empaparse del contexto, conocer en primera persona las situaciones, las instrahistorias, a las personas, entender qué pasa, reflexionar sobre ello, aplicar la visión crítica como sistema, dedicarle tiempo. Y después, solo después, escribir sobre ello.

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